La regulación requiere reguladores honestos y competentes. Sólo la voluntad política, debidamente apuntalada por las asociaciones civiles adecuadas, podrá contrarrestar la colosal fuerza de las grandes empresas.
Federico Mayor Zaragoza, Comité de Apoyo de Attac España.
Ésta es la pregunta que se hace Robert Kuttner en el International Herald Tribune del 19-20 de junio de 2010.
¿Por qué no tuvo lugar un riguroso seguimiento de las normas establecidas por el Servicio de Gestión de Minerales, de los EEUU, que hubiera evitado el trágico vertido de petróleo que está asolando las aguas y riberas del Golfo de México?
Porque las compañías extractoras de petróleo siguieron obteniendo permisos «debido a la intensa presión de las industrias y sus aliados políticos en Washington», dice Kuttner. Y añade: «la supervisión por el Gobierno de los EEUU fue particularmente ineficaz y corrupta bajo la dirección del Vicepresidente Dick Cheney, ex-director ejecutivo de Halliburton… Y la Administración Obama no ha restablecido una vigilancia más eficiente».
Lo mismo ha sucedido en el «frente financiero». No se ha evitado que las agencias de calificación hayan dado «notas» de triple-A indebidamente. Estos defectos de regulación se prolongaron durante las Administraciones Bush y Clinton.
No ha habido, en contra de lo que siguen manteniendo «globalizadores» irreductibles, autorregulación de los mercados.
«Las compañías petrolíferas persiguen beneficios a corto plazo y no invierten como deberían en seguridad».
La regulación requiere reguladores honestos y competentes. Sólo la voluntad política, debidamente apuntalada por las asociaciones civiles adecuadas, podrá contrarrestar la colosal fuerza de las grandes empresas.
Liderazgo. Poder político. Y ciudadanos exigentes. Es sorprendente que en el mismo periódico se formulen críticas a Obama por «haber rozado los límites de su autoridad ejecutiva» en la forma que ha tenido de tratar a la British Petroleum, con la «determinación -ha dicho el Presidente- de hacer lo que los ciudadanos no pueden hacer y las compañías no harán».
La crisis política es mucho más peligrosa que la financiera.
Apoyemos sin reservas a quienes tienen la «determinación» suficiente para cambiar, de una vez por todas, un sistema económico que tantos desgarros sociales ha conllevado. Favorezcamos la progresiva transición a una economía basada en el conocimiento para hacer posible el desarrollo global sostenible.
Para ello hace falta liderazgo político. Y reguladores «honestos y competentes».
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